PROXECTO EPÍSTOLAS

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2 MENCIóNS A O Divino (1515-1586)

Pintor español da escola estremeña do s. XVI.
Epístolas
Mencionado/a [2]
Data Relación Remitente - Destinatario Orixe Destino [ O. ] [ T. ]
Data Relación Remitente - Destinatario Orixe Destino [ O. ] [ T. ]
1967-05-15 Mencionado/a
Carta de Frontini a Seoane. 1967
Nova York
Bos Aires
Nova York
Madrid
Transcrición

Transcripción da epistola Carta de Frontini a Seoane. 1967 en 15/05/1967

DR. NORBERTO A. FRONTINI / ABOGADO / BUENOS AIRES, / LAVALLE 1312, 5º A / TELÉFONO, 40-7512.

Mayo 15 de 1967

Sr. Luis Seoane
Esquerdo 75, 3º Dcha.
Madrid

Mi querido Luis:

Recibí oportunamente tu carta del 25 de febrero. A mis años el tiempo tiene vertiginosidad imperceptible.
O es que el quehacer cotidiano en vez de estrangular las horas las urge? El tiempo pierde su medida horaria, cosa de la inteligencia y no de la sensibilidad, cosa mecánica, no de la vida continua. Ocurrió que estuve con tu carta en el bolsillo y le fui añadiendo las dos que le escribiste a Luis, y así se fueron pasando los días. Supongo has regresado de Galicia y estás ahora en Madrid, y allí te vuelvo a escribir. He tenido noticias de tu exposición en la urbe castellana por la carta que me leyó Falcini y antes, de ustedes, por referencias orales de Clarita que vino emocionada por la dulzura de Maruja y alucinada por el tamaño de tu inteligencia y el fervor que pones al hablar de tu tierra natal. Me habría gustado nacer en tierras de árboles y no en ciudad. Junto al mar y no entre muros, a la vera de un río corredizo y no entre las calles de una ciudad que cambia su fisionomía día tras día. Quizá sea por eso que para mí la patria, como geografía, ha sido, durante muchos años, una metáfora vacía, y después, un largo paisaje diferenciado; más tarde fue una historia sin asidero en la vida concreta del hombre y del ciudadano y, por último, varios estratos con zambullidas repentinas en las desemejanzas que los siglos han dejado entre las gentes como residuos de culturas si no distantes, distintas. Ese viaje que haces por tierras de España tiene la presencia de las constantes de la historia que son la razón de ser de la biología profunda y la expresión de la relación con los aires de un contorno físico incambiable o poco menos. A nuestra edad, a la mía, querríamos menos cambios insustanciales y la presencia de un clima histórico que sea como nuestra memoria. Me parece convincente lo que me dices acerca del rigor –la clasicidad– del tránsito del hombre español. Por eso me parecen hermanadas la prosa de Cervantes, el ceñimiento formal de Velázquez, y la límpida arquitectura de Herrera. Y Goya? Acaso sea lo mismo con más expresividad. En vez del hieratismo de Rivera, el misticismo del divino Morales o la pasión un tanto acartonada del Greco (muy señorial, muy retratada) o la abundancia colorida de Zurbarán, Goya es la expresividad poética de la vida del cuerpo y del alma del hombre y sus pasiones.
Pero de tal fuerza trascendente que parece abarcar todo el proceso dramático de la vida humana desde la primera fermentación sobre la tierra hasta el deliquio (desfallecimiento y delicia) de la búsqueda de dios.
Y por qué dices de Barlach que es goticista? Siempre me pareció entroncado en las formas románicas. En aquéllas que más de una vez vi talladas en el bronce de los portales de algunas iglesias. Achatadas las figuras, indiferentes los atuendos, en planos cruzados sin violencias geométricas, dándose el cuerpo en función de las caras donde la expresión de la vida interior adquiere una fuerza dramática sorprendente. Lo cual, años después, asocié con algunas de las tallas de Rodin, el Sarmiento, el Balzac (los varios ensayos previos?). Quizá por otros motivos espirituales, quizá porque Rodin tenía conciencia de la importancia que estaba adquiriendo la inteligencia del hombre en la edad moderna.
Pero, qué pasará siglos mediantes, con la cibernética, con el lenguaje, y las significaciones que hasta ahora han servido al hombre para entenderse? Colijo que el hombre va permanentemente hacia su propio consciente cambio por la auto creación y que de aquí a siglos, todo será diferente. No lo será el diálogo que lo conduzca hacia la superación de sus constantes limitaciones. Será por eso que te estremecen los “momentos”? Tú agregas: la historia, es decir, el tránsito. Y de eso se trata, de cómo transitamos este mundo o por este mundo. Cuando a la distancia de decenas de años recuerdo ciertas lecturas de juventud, ciertas teorías, el lenguaje pedante que se me metió en los entresijos del alma a través de los libros universitarios, me doy cuenta que nuestra civilización es una costra de estupidez. La civilización que pone su acento en las cosas materiales. Claro, ellas vienen a nuestro encuentro. Empero, siempre será más encantadora la sonrisa de un niño o una mano de mujer que se mueve como ala, que todo ese estiércol que se desvanece, no de una generación a otra sino de hoy a mañana. El “momento” (me impresionó mucho esta frase de tu carta) es siempre un estremecimiento. Acaso por su instantaneidad, por su huidiza compostura. Cuando tú lo fijas, lo haces inteligible y perdurable. Un estudio comparativo de la sucesión de los momentos (los momentos claves del ser humano) serviría para constatar las constantes de la conducta. Esa es la virtud del artista. Y si se tiene genio como tú, vaya si la cosa tiene importancia. Pero los momentos que registras en tus obras son también tus propios momentos espirituales. Porque todos somos meros seres transitivos. Y este es nuestro drama y la razón de ser también de nuestra instantánea alegría. Tú dices que encuentras alegría en El Escorial. Me cuesta imaginarme ante El Escorial en ese estado de alegría. Y mis imágenes (tendría que haber nacido en España) son las del asombro. Pero también la del dominio de mí mismo, como vida fluyente, frente a esa sobria arquitectura. Un recuadro para los ojos, la voz, el cuerpo flexible, andariego, andante. Quizá sea esa la alegría. El contraste entre la vida y esa obra del hombre. Pero eso se da en España.
En las iglesias de Castilla, la muerte es muerte a más vida. Es cosa a mi modo de ver muy castellana, que acaso tenga que ver con el ensorbecimiento que dio al castellano la conquista y la riqueza de América. Un énfasis de su petulancia. Aunque no debe olvidarse que la Iglesia Católica inventó o reinventó la resurrección. Los muertos de supuesta noble vida merecieron estar en el templo de dios. Cuando la paganía del espíritu tiene remotas, visible u ocultas reminiscencias de los países aborígenes o de la Roma imperial, a los muertos se los despide bebiendo y comiendo. Y eso ha quedado entre nosotros, hijos de España, y persiste en las provincias. Se trata de la despedida. ¿Recuerdas la Tumba del Elefante que hay en Carmona? Pues allí hay mesa para comer, y vomitorios y un baño para aguas termales. Comer, vomitar, quitarse el mareo en agua tibia, y a seguir. La despedida. A mejor vida o a vida eterna?
En esta ciudad de encierro, ciudad de país ocupado, todo es incertidumbre. Puedes tener nostalgias del tango y acaso sea por amor, por división de tu vida entre España y Argentina, por contradicción de las vivencias del corazón. Pero yo, que vivo aquí, me aburro, me canso, huyo. Y me da mucha alegría conversar epistolarmente contigo, contigo, que eres uno de los mejores interlocutores del mundo. Menos mal que en estos últimos días hemos contado con la presencia de personas con quienes me hallo a gusto. Estuvo Orfila y estuvimos varias veces con él. Y en una ocasión con él y mi viejo amigo brasileño Caio Prado, y su esposa, que estuvieron pasando una semana con nosotros. Ahora están en Córdoba, de donde seguirán a Mendoza y luego a Santiago, regresando a fines de mes. De Grillo recibí carta hoy. Nos correspondemos por carta y a veces nos damos a tomarnos el pelo. Me provoca para que le escriba y yo a mi vez para sacarlo de sí mismo. Ayer llegó de Salta, Ana María. Estuvo allí varios días. Lo encontró muy flaco. Ya no puede digerir las comidas asquerosas que le dan. Y ya lleva tres años y más de dos meses. Mañana vence el plazo para dictar la sentencia del tribunal de Tucumán. Si, como esperamos, confirman la del juez de primera instancia, pronto lo tendremos con nosotros. No me hago ilusiones, pues el asunto de Bolivia podría despertar enconos oficiales y vaya uno a saber qué añadidos se hacen al proceso. Si confirman la sentencia, podría salir con libertad condicional. Lo esperamos. Pero eso depende de algunas quisicosas que podrían demorar la definitiva salida.
Mony está bien. Pero en estos días un tanto apesadumbrada por algo que le ha ocurrido en La Plata, que es largo de contar y creo que no vale la pena. Los demás familiares muy bien. La hija de Chispa es una delicia. Una “verdadera” nieta cuya compañía me hace mucho bien. Hemos estado con Castagnino y Nina. Te hemos recordado mucho. Y como todos los amigos han leído las cartas que le enviaste a Falcini, nos ha conmovido ese homenaje de los artistas madrileños. Me emocionó aquella lección acerca de la honradez que te dió tu padre. Esa es la honradez de toda tu admirable vida. Si no hubiese sido así y si la maravillosa Maruja no fuese como es, no habrías sido el pintor y escritor que eres. Yo he tratado de ser como mi padre en otro plano de actividades. Pero sobre todo en la vida profunda. Una contradicción me habría fastidiado mucho. Y a otra cosa: hace dos meses falleció el padre de César, el suegro de Chispa. Buena persona. Cuando estuvo en Madrid, se entrevistó con Maiztegui. Un derrame cerebral, media hora de conciencia y diez días en estado de coma. También falleció en enero, el Dr. Julio Peluffo. Creo que lo conociste.
Bueno: me parece que te he dado una larga lata. Es más de media noche en un día domingo. Hay en la ciudad ese silencio compacto de las noches porteñas, vísperas del lunes. Hace calor (estamos sufriendo un otoño caluroso). En las cartas de Grillo siempre hay saludos cordiales para ti y Maruja. Cuánto tiempo se quedarán aún? Un abrazo fraternal para Maruja y para ti, con abrazos de Mony (acabo de telefonearla) y hasta siempre vernos. Y abrazos para Maiztegui.

Norberto

1973-04-27 Mencionado/a
Carta de Paz Andrade a Seoane. 1973
Nova York
Vigo
Nova York
A Coruña
Transcrición

Transcripción da epistola Carta de Paz Andrade a Seoane. 1973 en 27/04/1973

Vigo, 27 de abril de 1973

Sr. Don
LUIS SEOANE
Pintor
Paseo de Ronda 5-6º izd.
Torre de La Coruña
LA CORUÑA

Querido Luis:

A voltas coa figura de Añón, pra completar o texto d-unha conferencia que fixen hai tempo, volvin a tomar nas maos El álbum de El Miño. N-ésta rarísima colección, sen intuito de atopalo, din co artigo que ti i-eu viramos hai tempo, sobre un Museo de Pinturas en Ourense.
Mandei facer algunhas copias, e como sei do teu intrés por recuperar un rastro tan atraente, envíoche unha d-elas. O autor, como sabes, foi unha figura de gran relevancia na política liberal do seu tempo. Foi defensor de Curros na apelación do seu proceso, e estuvo proposto como Ministro da primeira República. A primeira parte do artigo revela ben a sua formación cultural, mais agora o que pode ter mas intrés son as referencias que fai do Museo de Pinturas d-Ourense, do que hoxe non se conoce nin rastro.
Aproveito a oportunidade pra decirche que temos un neto. Fai catro dias que naceu, e a os ollos d-un abó primeirizo promete sair a raza.

Nosas mellores lembranzas pra Maruxa, que Pilar, Alfonso e Gloria tamen mandan pra ti, coa mais forte aperta do te[u] sempre incondicional amigo,

Valentín

[Anexo.]
[Mecanografado.]

BELLAS ARTES

MUSEO DE PINTURAS DE ORENSE

Las relaciones que hay entre lo bello, lo verdadero y lo bueno, dan a las bellas artes una parte esencial y una influencia sobre las costumbres, que no puede ser omitida sino por el legislador que ignora o no sabe aprovecharse de estas relaciones.
(Filangieri, Ciencia de la legislación).

El esplendor de las bellas artes es un símbolo de prosperidad en las naciones. Cuando la civilización antigua, aislada como el oasis en la inmensidad de los desiertos, se fijaba en un país determinado para derramar en él la semilla de la verdad, la vida de los pueblos estaba como la del hombre sometida a una marcha fatal e inevitable, porque eran desconocidos, o no se desarrollaron aun, los elementos sociales consignados en el evangelio. La libertad del hombre, la igualdad de todos ante Dios, dieron por resultados la soberanía de los pueblos y el dogma sagrado de la fraternidad universal, fin a cuya consecución marchan las naciones realizando la idea del progreso, uniéndose en estrecha alianza para romper de una vez el círculo fatal de Vico, y aspirar constantemente al bien por esa senda misteriosa, de límites desconocidos, trazadas por la mano de Dios en el solemne día de la creación.
Los pueblos antiguos podían morir, porque su vida se alimentaba de conquistas, sus fundamentos eran las cabezas de numerosas falanjes [sic] de esclavos, el sunmun jus de sus legislaciones, era la fuerza o la voluntad de los señores.
Los pueblos de hoy no morirán como los de ayer; en la mente de todos los hombres no hay más que una patria, que es el mundo; ni más fundamentos sociales que el derecho; ni más naciones que una sola, la humanidad.
Pero los primeros tuvieron en el desarrollo de su vida un periodo brillante; igual a la juventud del hombre llenos de glorias e ilusiones de triunfos y conquistas, de expansión y de placeres. Entonces aparece el Genio de las artes, cantando al son de arpa las victorias, trasladando al lienzo los ejércitos de la patria en los momentos del combate, reanimando con los himnos el valor de los guerreros, y fundidendo al mármol inanimado el fuego inmortal de la belleza, y dando a la estatua, el secreto de la espresión [sic].
Y Grecia, coronada con los laureles de Salamina, y tendida en la falda del Olimpo, ó en las plazas del Egeo, escucha con sonrisa en los labios los cantos de sus poetas, contempla las creaciones de Fidias y las pinturas de Apeles el divino.
Y Roma, heredera del genio de la Grecia, llora al percibir las lamentaciones del vate desterrado, mira con dulce arrobamiento al Cesar que entra triunfante en la ciudad, orgulloso con el botín de los vencidos, y acoge en su regazo un libro en cuyas páginas consignara Virgilio el origen divino de la señora del mundo.
Y después del gran cataclismo de la invención bárbara renace el arte, espiritualizado por el Evangelio. Más tarde, Italia reconoce en el Dante a su poeta predilecto, y en Rafael de Urbino, al pintor del Cristianismo, y en Miguel Ángel, ve un segundo creador que dá [sic] a la idea nueva una bóveda inmensa como el cielo, destinado a recibir tal vez por siempre el incienso sagrado del sacrificio.
España, al escuchar los suaves acentos de Garcilaso, amante ruiseñor que anuncia el Siglo de Oro: se levanta hermosa como las zágalas del poeta, toma proporciones gigantescas, lucha, vence, y se duerme después, abrumada con el paso de cien coronas, y arrullada por el deleitoso aliento de sus célebres artistas.
Todos los pueblos, en fin, cuentan ese día de dulzura precursor de la noche de su muerte.
También Galicia ha sido grande.
Durante un largo periodo inaugurado, podemos decir, en el siglo IX con la aparición de las sagradas cenizas de Santiago en Compostela, la religión es dominante. La fé de nuestros mayores erige templos y monasterios, edificios sorprendentes por su lujo artístico. Testigos, la gran Basílica del Zebedeo; el Convento de S. Martín de Santiago, convertido por nuestra edad en Palacio de la Industria; el Monasterio de Osera, llamado el Escorial de Galicia, perla escondida entre montañas, los claustros monumentales de Celanova, y otros mil recuerdos, himnos en piedra, poemas de una edad grande por sus virtudes y sus vicios.

La ciencia no residía en los castillos, donde hablaba la fuerza, su mísera enemiga, pero el monasterio se encargó de alimentarla como a paloma fugitiva de los campos de batalla. El monasterio agrupó en rededor de sí la población; a su sombra se desarrolla el comercio en las ferias y mercados, celebrándolos el día de alguna festividad religiosa; enemigo a veces de los monarcas, les ayuda después de una importante obra, la consolidación de las nacionalidades; alimenta al pueblo con la sana doctrina del Evangelio, y ejerce, en fin, durante cierta época, una influencia saludable en el probreso. No descuidó las bellas artes; en su retiro se desarrolla libremente la inspiración de los artistas, alimentada por la idea cristiana, virgen de celestial sonrisa, que arroja al mundo munumentos [sic] como arroja perlas a la orilla el insondable mar.
Velázquez y Murillo, Zurbarán, y Alonso Cano, Juan de Juanes, y el divino Morales y Rivera, nombres ilustres en la historia de las artes españolas; fueron apóstoles de la verdad, como los que marchan a remotos países en busca de la palma del martirio. Toda idea, antes de ser apreciada por la inteligencia, es sentida por el corazón; el cristianismo para encarnarse en la mente de las naciones, necesitaba escitar [sic] el sentimiento; entonces, del mundo de la luz, brotaron esos genios para revelar al hombre la verdad con su pincel civilizador.
Alzad la frente de la tumba, artistas venerandos, para escuchar una verdad que el buen sentido de mi siglo hace circular de boca en boca; siempre a las grandes almas se han unido grandes desventuras; unos habéis muerto fallecidos por el hambre; a otros, la miseria os obligó a ser el juguete de la voluntad de los monarcas, que se llamaron vuestros protectores para exigir de vosotros la adulación y la mentira; la amargura acibaró vuestra agonía y el olvido veló vuestros sepulcros; pero la nueva generación que nace y se levanta para enarbolar sobre los escombros de la inquidad el pendón de la justicia, al borrar de la memoria los nombres de los que se creyeron superiores a vosotros, os bendicirán como los grandes hombres de vuestro siglo, como los obreros incansables de la civilización.
Quién desconozca la misión social de las bellas artes, desconoce al hombre y las condiciones necesarias para su desenvolvimiento en el tiempo. Las bellas artes bastan por sí solas para darnos a conocer una época dada de la historia. Aquel periodo de fé en que Galicia aparece como madre cariñosa que purifica las conciencias de millares de peregrinos, con el bálsamo de la religión, está escrito en preciosos lienzos que nuestra edad recoge cuidadosa y no destruye, porque es mentira que nuestro siglo haga escisión con lo pasado, siendo la acumulación de vida, la obra constante de progreso.
La provincia de Orense, ese bello florón de la península, ha visto alzarse durante la edad media, sobre la alfombra de sus campos, y al pie de sus montañas, monumentos de grandeza en cuyos pacíficos recintos se desarrolló notablemente la pintura.
Si al cruzar por nuestros valles divisáis las ruinas de algún convento solitario, no profanéis los claustros, habitados por el silencio de los siglos, y en donde no se escucha otro ruido que el murmullo de las fuentes; derramad sobre ellos una palabra de bendición porque han sido el refugio del saber hasta el día en que la ciencia desplegó sus alas de oro y rompió su sepultura. No busquéis allí los lienzos de que os he hablado; venid a la ciudad.
En un gran eficio moderno, destinado a las dependencias oficiales, existe como un centenar de cuadros, procedentes de los monasterios de Osera, Celanova, Melón y San Francisco.
Los límites de un artista no permiten estenderme [sic] acerca del mérito de cada uno de ellos; así me fijaré tan solo en los más notables [En nota: Debo estas indicaciones al distinguido artista Don Constancio López Corona, Director de la Escuela de Bellas Artes de esta capital.]
Llaman la atención dos grandes colecciones, representando una la vida de San Francisco y otra el Apostolado: la primera es de la escuela flamenca, y la segunda pertenece a la española; ésta última debe ser obra de algún discípulo de Rivera, el Españoleto, y al parecer de los inteligentes, el santo Tomé, pertenece al mismo Rivera, según lo indica lo riguroso de su entonación.
Existe otra colección de grandes cuadros que representa la familia de San Rosendo. Todos éstos parecen ser de don Diego de Fierro, pintor de Cámara de Carlos IV, según una inscripción que se ve en el dorso de uno de ellos.
Más que por la ejecución, aunque hay en él bellas cabezas, es notable por el asunto un cuadro de grandes dimensiones. Es el árbol genealógico de la orden de San Francisco. En él están representados por categorías los P.P. que alcanzaron el don de Santidad, los mártires, los pontífices, los cardenales y obispos.
En la esquina izquierda interior se ve el retrato bien ejecutado de Fr. Damián Cornejo, Obispo de Orense; y esta circunstancia ha ce sospechar que el cuadro, de autor desconocido, ha sido pintado de su orden.
Entre los infinitos retratos, citaré tan solo el del R. P. Maestro Fr. Manso Izquierdo, Genral de la congregación de San Benito; y el de nuestro ilustre compatriota, el venerable y erudito Feijóo; el primero muy notable por la ejecución; el segundo por la exactitud.
En otro cuadro de tamaño natural se ve a San Francisco meditando sobre la pasión de Jesucristo; sobresale por el misticismo y es del estilo de Zurbarán.
Vese en un lienzo bastante deteriorado, una pintura que representa a San Bernardo, arrodillado ante la imagen de María; me ha llamado la atención por el colorido, y porque el apellido de su autor, me hace creer que es uno de los muchos hijos dignos de Galicia, ignorados como todo lo de nuestro país. En una esquina del lienzo se conserva esta inscripción: J.A. Amoedo, 1751.
Sobre el mismo asunto hay otro cuadro muy bueno, muy superior al primero, de la escuela sevillana. Es notable también una Virgen de Alonso Cano, digna de estudio por la excelencia de sus paños y la delicadeza de los contornos, en especial de las manos.
Pero lo superior a todo elogio es una bellísima Virgen de la Ascensión, que se sospecha con fundamento sea obra del pincel de Mateo Cerezo. Sobresale este cuadro por la actitud, las sombras, la expresión y el colorido. No tiene inscripción alguna que pueda darnos luz sobre el artista que la pintó: la perla del Museo es de un autor desconocido.
Basta lo dicho para dar a conocerse algunos de los monumentos del museo de Orense. También es suficiente para que nuestro patriotismo no se satisfaga con la conservación de dichos cuadros en las salas y pasillos de una casa de oficinas; es necesario un salón especial, grande y decoroso para conservarlos, no como muebles de adornos, sino como restos de un periodo de grandezas, no unicamente para conservarlos, sino también para que el joven inspirado pueda cultivar el gusto, y desarrollar imitando, el sentimiento de lo bello. Pero en esta cuestión, como en otras muchas, se tropieza con una dificultad gravísima; cuando se despilfarra dinero en sueldos y pensiones la digna comisión de monumentos a duras penas [h]a podido conseguir la pequeña cantidad de 3.000 reales anuales, con los que tiene que atender a los gastos de secretaría y a la conservación de tantos lienzos. Séame lícito deplorar aquí la escasa significación política de las provincias y recordar al gobierno de la nación el imprescindible deber de fomentar el desarrollo de las artes. En este punto es donde conviene imitar el ejemplo de la Francia; hay en sus departamentos museos tan notables como en la cabeza del imperio.
No desdeñen los gobiernos las palabras del célebre juriconsulto Filangieri: un pueblo apreciador de la belleza está más dispuesto que otro para conocer la verdad y practicar el bien.
Y si llegase un día en que las cuatro provincias gallegas se uniesen para formar con sus tesoros un museo de antigüedades y bellas artes. Galicia entonces daría al resto de la península un elocuente ejemplo. Y puede hacerlo, tenemos monumentos que atestiguan la dominación de los celtas y los suevos, inscripciones, torres, puentes, bustos, columnas miliarias que nos prueban la de la reina de las naciones; por todas partes encontramos ruinas, tradiciones y cantares poéticos, recuerdos del poder feudal; y en la cuna de los Moures, Castros, y Villamiles, de los Feijos, Aguirres y Faraldos, nacen genios, que mueren muchas veces por falta de aire que respirar.
Abrazaos provincias hermanas, al percibir el cántico lisonjero del genio del porvenir; que ese abrazo de santa fraternidad, oh Galicia, ha de salir un día, yo lo espero, el ángel de tu redención y tu ventura.

JUAN MANUEL PAZ.

Orense, se[p]tiembre de 1859

Artículo publicado en ALBUM DE EL MIÑO, páginas 492 a 495. Se editó en Vigo, en 1858, establecimiento tipográfico de D.J. Compañel, c/ Real núm. 14. El autor, aunque no firma con el segundo apellido es Don Juan Manuel Paz Novoa.