Proxecto epístola

Agrupación de coleccións epistolares para a páxina institucional do Consello da Cultura Galega.

Montevideo, 30 de diciembre de 1964

Querido Tobío:
Todo llega en este mundo y no sólo el fin de año, sino el momento en que, por fin también, me pongo a escribir para contestar a su notabilísima carta del 13 de octubre, deseando ante Dios que haya pasado feliz Nochebuena en medio de los suyos y que todos ustedes entren con buen pie en el nuevo año.
Sigo firme en la idea de que sus informaciones son la mejor documentación de la crónica peninsular, con más depurada técnica de la que puede poseer el gran periodista Larra. No es necesario leer entre líneas, porque el panorama social resulta con perfiles y luces de aguafuerte. Se lo agradezco porque me ahorra tener que tragarme todos esos bloques de cemento de los gacetilleros ensayistas que para entreabrir escasamente los puertas del hogar común, necesitan todo el diccionario.
No creo que disponga usted de mucho tiempo para leer los artículos de "Marcha" –suponiendo que le llegue periódicamente, no obstante las repetidas y prolongadas huelgas de los empleados de correos. Pero si ha tenido ocasión de seguir la polémica entre Goytisolo y otro español cuyo nombre no recuerdo, le agradeceré que me diga a qué fin contiene tanta cháchara, como no sea muestras de lucimiento personal de ambos polemistas.
Lo mismo podría decirse de la última correspondencia, hecha pública, entre Blanco Amor y Francisco Fernández Santos, quien responde a un artículo del primero, publicado en "Indice"; si bien, he de admitir, que la respuesta dada al veleidoso paisano, es seria, parece bien documentada, está escrita con claridad, y se adorna con argumentos filosóficos de alta doctrina marxista, que no sé cómo le resbalarán por la piel al profesor de elocuencia.
Me he referido en primer lugar al citado semanario porque fuera de lo que en él se expone sobre los problemas públicos más vitales y a la vez más espinosos –dada la situación– del país, lo demás, la crónica menuda, no merece la pena comunicarla.
Los amigos y conocidos siguen languideciendo –al par mío– y nadie parece preocuparse de otra cosa que de la creciente carestía de la vida que ha tomado una alarmante carrera a la –si no desenfrenada– incontenible y libremente democrática inflacción.
Los Giral me escriben sumamente satisfechos del viaje realizado por Europa. Dicen que lo más interesante para ellos ha sido la isla de Mykonos. Tal afirmación me ha gustado sobremanera pues demuestra que no han perdido el modo de enjuiciar exclusivista tan común en nosotros los centropeninsulares. Yo habría podido decir lo mismo de Ibiza, sin necesidad de meterme en el archipiélago rocoso del Egeo, sobre todo cuando no se tiene la imaginacion preñada de dioses, semidioses y héroes homéricos ¿Qué puede decirles a los turistas motorizados una humilde iglesia ortodoxa resplandeciente de cal nueva al declinante sol helénico y unos añosos olivos casi estériles que están reclamando la extremaución del hacha?
Me quedo con mi fantástica nave de explorador que arrió las velas en el estuario del Plata y me siento al sol este tercer día de vacaciones frías, sobre la arena, en el breve espacio que marcó las huellas deleznables de nuestras posaderas, mientras los amistosos diálogos se desvanecían por entre los pigmentados cuerpos de esta fauna humana cada vez más bella e indolente.
Los doloridos somos nosotros, los que formábamos parte de sus amistades ciudadanas, quienes por unos y otros achaques, ya físicos o económicos, nos vamos reduciendo a nuestro limitado caparazón y apenas nos vemos cuando la buena temperatura nos hace sacar la cabeza. Así ha sucedido estos días en que me encontré al matrimonio húngaro y me preguntó por ustedes, pero nada pudo decirme de como lo pasan las otras personas, que conocí en casa de ustedes.
También me encontré a primeros de mes con Paco Espinola, nos saludamos al tropezón y lo dejé plantado en la plaza Matriz mirando absortamente al reloj de la catedral porque algo tenía él que hacer a aquella hora o quizá de entonces a una semana.
Con Judilla [?] Rama he hablado una vez por teléfono y me enteré que ha estado largo tiempo enfermo, pero ya ha reanudado sus ocupaciones.
A quienes más trato es a los Coello, debido también a la proximidad de nuestras cuevas. José Luis padece pleuresia crónica y estos días ha vuelto a recaer. Por las tardes se acuesta y allá voy a verle algunas noches.
Las inmortales de esta Academia de relaciones públicas, son Julia y Elena, me están sirviendo ambas de cobayas para asegurar la eficacia de las vitaminas Roche. Les he leído su carta y se maravillan del contrastado progreso español, del que tanto se hacen lenguas los visitantes de por acá, que a pesar de hablar nuestro idioma no entienden el lenguaje hermético de ese pueblo rendido.
Mañana ceno con los Moratí pero sin uvas y sin campanadas!
Y termino deseándoles salud y ventura en el porvenir con fuertes abrazos para ustedes y los chicos
Virgilio [sinatura autógrafa]

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