Carta de Seoane a Cherniavsky. 1970
16/03/1970
La Coruña, 16 de Marzo de 1970
Sr. Isidoro Cherniavsky
Buenos Aires
Mi querido amigo:
Tenía una carta escrita para enviarte cuando recibimos la noticia de que Julia con Delia Cugat venían a La Coruña. Nos alegró mucho la noticia y esperamos para enviar la carta a que ellas estuviesen con nosotros. Aquella carta me pareció entonces inútil puesto que escribía sobre Galicia y lo que yo estaba haciendo, y, todo eso, lo iban a ver ellas y serían mejor testimonio, testigos de vista, que el mío, a quien, en el caso de Galicia, le corresponden “las generales de la ley”. Con la llegada de Julia y Delia ocurrieron dos fenómenos físicos, dejó de llover en Galicia por unos días, sorprendente en esta época del año, lució un sol mediterráneo, y se retiraron las aguas de las rías del Cantábrico. Fué cosa de “trasnos”, diablos juguetones o duendes que quisieron restar belleza a la costa gallega, seguramente para dejarnos quedar mal. Julia habrá contado todo, de los dibujos del Martín Fierro, de las jarras y de Sargadelos, de los cuadros, y de que no mentíamos, quizás exagerábamos algo, cuando nos referíamos a Galicia. Si hubiesen estado algún tiempo más hubiesen visto también junto a los monumentos medievales los fantasmas que les corresponden, la peregrinación nocturna de las ánimas en pena y las hadas de las fuentes y de las aguas en general, brujas, etc., todo lo que unido a una muy acreditada industria hacen el prestigio de Gran Bretaña o de Alemania, pero que en el caso de la pobre Galicia constituye un defecto más que achacable. Pues ocurre así, cuando el supersticioso es un gran escritor inglés, un sabio médico analista suízo, o un brillante escritor alemán, la gente supuestamente normal piensa que algo habrá para que el sabio se ocupe de esas cuestiones, pero si se trata de un campesino gallego que pasó a ser peón en la emigración, resulta una prueba de su ignorancia y del subdesarrollo actual de su país. Pues bien, creo mucho más en lo que el campesino vé o sabe por herencia en estas cuestiones de aparecidos y de encantamientos. Por su oficio está en mayor y más limpia relación con la realidad y, un paisaje como el gallego, tiene que tener ese complemento feérico que se una a su misterio. Si esos campesinos no vieron lo que dicen son, sin embargo, tan importantes como el sabio suízo, pues crean, sin razones, una espléndida obra de arte y todo el mundo sabe, menos los críticos, que las obras de arte no precisan de razones. Julia y Delia vieron unos cuantos ejemplos de la Galicia del norte y tres antiguas ciudades: Santiago, La Coruña, Mondoñedo, de características muy distintas y uno o dos monasterios de los muchos que quedan en ruínas o en los que desde hace unos años vinieron a habitarlos unos monjes tambien fantasmales obsesionados por el pecado de la gula, que narran, junto con la historia de la arquitectura del convento que habitan, el caso del Conde que decapita a su virtuosa mujer que se convierte en casi santa por esa muerte, Conde que tiene que huir y que él a su vez muere violentamente como consecuencia de sus vicios y del que un escultor hace el retrato en relieve para un medallón de un claustro barroco algunos siglos después. Habrá contado Julia de la cantidad considerable de gárgolas en Galicia, desde románicas hasta barrocas, auténticas y no remedo casi actual de ellas. En las gárgolas, los capiteles y las misericordias se descargaba la protesta reprimida del pueblo, poniendo apellidos a los vicios y a las violencias que le sujetaban. Ya hablaremos con calma de todo esto. Nosotros quedamos muy contentos de que hubiesen venido. Ahora, por favor, escriban.
Un gran abrazo de Maruja y mío para Julia, los chicos y para tí de:
[Seoane]