Audio. Voz. Entrevista

José Rubia Barcia: Unha vida contada 08

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José Manuel González Herrán.- ¿Tú tienes conciencia de haber creado escuela en ese grupo?

José Rubia Barcia.- Sin duda, sin duda, naturalmente. En el libro ese que me han hecho, a pesar de que lo hicieron clandestinamente… Mi libro homenaje…: yo no me enteré, debieron hacerlo clandestinamente, porque yo me opongo en principio a estas cosas…, lo hicieron en colaboración con mi hija mayor, que conspiró contra mí; pero si eso se hace abiertamente el libro hubiera tenido quinientas páginas en vez de las páginas que tiene, porque mucha gente ni se enteró, como yo no me enteré… Me hubieran escrito a mí, o lo que fuera. Pero, de todas maneras, ahí…, algunos de esos son estudiantes míos, la chica que firma, la Jonhson esa, hizo su tesis sobre Miró; la primera tesis que se hace sobre Miró en los Estados Unidos, y ella sigue trabajando sobre Miró con mis métodos, y con mis cosas y mi acercamiento. Y así unos y otros. Además, lo que yo hice fue renunciar a dirigir tesis sobre escritores vivos en la actualidad, con la excepción de los que estaban en el exilio, dirigí tesis sobre León Felipe, sobre Larrea, sobre...

José Manuel González Herrán.- ¿Sobre qué autores, preferentemente, se han ocupado las tesis que has dirigido?

José Rubia Barcia.- Las mías, de la literatura contemporánea, con la excepción de que dirigí una tesis sobre el siglo XVIII, sobre el XVIII-XIX, a una estudiante invitada a venir aquí, que se llama Eva Rudat; una estudiante mía que hizo su tesis sobre Alcalá Galiano. Pero lo demás es siglo XIX y XX: sobre Galdós, sobre autores contemporáneos; sobre Pérez de Ayala, tres nada menos; sobre Valle Inclán, dos; Lorca también… Autores contemporáneos, pero pertenecientes al periodo anterior a la guerra; no me ocupé de ninguno de los que estaban vivos… Jorge Guillén, también: dirigí una tesis sobre Jorge Guillén. De modo que la literatura contemporánea, gracias a nuestro esfuerzo, interesó e interesa fundamentalmente en los Estados Unidos, pero se queda en el periodo del comienzo de la guerra, porque no podíamos ocuparnos de los escritores de aquí que no se ocupaban de nosotros.

José Manuel González Herrán.- Exactamente.

José Rubia Barcia.- No lo hacíamos por eso…

José Manuel González Herrán.- Aquí sí se ocupaban de ellos.

José Rubia Barcia.- Pero no había por qué ocuparse de ellos; ya se ocuparon después otras gentes. De modo que, en ese sentido, hicimos una gran labor, creo, en los Estados Unidos. Ahora, naturalmente, yo he estado en contacto con las instituciones no sólo culturales, sino también políticas; he colaborado con El Socialista, cuando se editaba en Toulouse; he colaborado en la prensa del exilio en México, en la prensa de Nueva York del exilio, también.

José Manuel González Herrán.- Ése es un aspecto que quería que tratásemos; ya que lo apuntas, lo podemos plantear a partir de lo que has recogido en tu libro Prosas de Razón y Hiel, para que eso pueda servir como muestra de la labor, o de la actitud de los exiliados, o de algunos exiliados, con respecto a la situación política española posterior al treinta y nueve. Porque a mí me da la impresión, o a algunos nos da la impresión, que una cierta parte de los exiliados del treinta y nueve se volcaron en la actividad académica, docente o profesional; y, o no nos llegó a nosotros la noticia o no se ocuparon... A mí me da la impresión de que tú constituías una cierta excepción en esa actividad.

José Rubia Barcia.- No. No constituía una excepción.

José Manuel González Herrán.- Pues me alegro.

José Rubia Barcia.- Creo que todos los intelectuales que salieron al exilio agudizaron su sensibilidad política y se opusieron al régimen de Franco de manera sistemática. Yo no soy excepción en ese caso, quizá fui uno de los más violentos…

José Manuel González Herrán.- O de los más activos.

José Rubia Barcia.- O de los más activos…; pero no fui el único, ni mucho menos. Algunas de las cosas que se han hecho en la Argentina, por ejemplo, un libro que publica un profesor español no muy conocido en España y muy oscuro (ahora no me acuerdo de este hombre, me acordaré después si te interesa el dato), que luego me sorprendió…, no lo había visto antes, lo vi después…, que expone la teoría de Castro en la Argentina, con menos datos y erudición. Yo mismo, en La Habana, en mis comentarios anticipo también algunas cosas. De modo que el sentimiento era común, que había que renovar la visión de España, que España no era exclusivamente un imperio que se impone, sino que había otras posibilidades. Y esa visión de España nos hacía asimilar el imperio; asimilarlo: cosa nueva para una generación como la nuestra. La reconsideración del imperio, por nuestra parte, del imperio español, nos llevaba a sentir ya que había una injusticia en el juicio universal sobre la actitud de aquellos españoles fanáticos que iban a establecer un nuevo mundo, y que eso se entendía mal. América nos abre los ojos a nosotros para una visión nueva del imperio. Pues esto, naturalmente, esto políticamente… con las mentecateces que se hacían en la política nacional, de una vuelta a la Hispanidad y la pretensión de dominar América de nuevo, etcétera, eso hacía incompatible la cosa; pero nuestra voz era una voz que abarcaba la adhesión de los hispanoamericanos sensibles y comprensivos. Y se produjo gracias a nuestra actividad, a la actividad de los españoles en México, en Cuba, en Venezuela, en la Argentina…; se produjo de nuevo una aceptación de España. Nosotros fuimos a reivindicar una España que no era ésta, y esa España les sirvió a ellos también, para sentirse mucho mejor en contacto con nosotros. De modo que nosotros conseguimos la unificación espiritual del espíritu hispánico en América, siempre luchando contra el dictador que estaba en España, que no nos representaba, que no podía representarnos; era un producto arcaico, decadente, inactual…; no podía tener influencia en la vida del mundo, era una cosa totalmente arcaica y vergonzante, y compartíamos la vergüenza nuestra con los hispanoamericanos; y eso nos ganó la simpatía de la intelectualidad americana. Pero aquí, naturalmente, se callaba nuestra voz.

José Manuel González Herrán.- O, al menos, se callaba vuestra actividad que no fuera la puramente académica.

José Rubia Barcia.- Naturalmente.

José Manuel González Herrán.- La prueba es eso, que en 1968-70, todo el mundo sabía quién era Rubia Barcia, como especialista en determinados temas de literatura española; pero muy pocos podían saber que, aparte de esos estudios...

José Rubia Barcia.- Creo que es una exageración; pocos sabían que yo siquiera existía.

José Manuel González Herrán.- Cuando digo sabíamos…, los que estudiábamos la obra de Valle-Inclán sabíamos de tus artículos o de tus libros; pero no sabíamos que había una labor, no sólo ideológica, sino también una labor de libros, artículos, de conferencias…

José Rubia Barcia.- De españolización de nuestra actitud. Pero en esto no fui único; me conoces a mí únicamente, pero hay multitud, somos cientos de españoles; si lees el libro de Domingo Amo sobre la actividad intelectual de los españoles en el exilio, es el primero que ha salido; es un libro que se publicó, probablemente –Domingo Amo lo hizo en colaboración con un americano, en Washington–, y se publicó…, debió publicarse hacia el año cuarenta y nueve o cincuenta; es el primer libro que agrupa la actitud nuestra en América y, en ese libro, yo ya aparezco, como profesor en La Habana, como autor de unas cosas; mis actividades están esquemáticas ahí, pero ya están, y lo mismo de todos los que después van a morir, porque eran mayores…, todo lo que se ha producido en la primera etapa del exilio. Nuestro exilio ha sido eminentemente político, no económico; hemos sido gente amenazada de muerte, que tiene que marcharse de su país, pero la conciencia política se aviva y lo que ocurre es que dura tanto, y tanto, y tanto, y la espera para que este hombre se caiga…, y en vez de caerse se reafirma con medidas económicas, con lo que sea, con ayudas extranjeras y, poco a poco, se nos va alejando la perspectiva de la posible vuelta y, ya, llega un momento en que es imposible la vuelta, tenemos que morir en América y la mayor parte ha muerto en América. De los mayores, los que tenían cuarenta y cincuenta años en el exilio, ya han muerto todos; y los jóvenes…, yo soy quizá el más joven de todos los que han escrito en América. Yo todavía persisto y pervivo, pero sin la posibilidad de volver a nada…, ya estoy…, me cogió la tela de araña del tiempo y de la vida, me envolvió y, naturalmente, soy la mosca para la araña; me come, las circunstancias… y no tengo más remedio que permanecer donde están mis hijos, donde están mis nietos, donde está mi vida. Este país es mi país, pero es mi país en esencia y muy adentro, pero no es el país ya en el que puedo vivir.

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