Audio. Voz. Entrevista

José Rubia Barcia: Unha vida contada 06

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José Manuel González Herrán.- Pero no abandonaste la creación y eso nos conecta con otra cosa que me interesaba comentar y es la labor no sólo de profesor o de investigador, sino de creador y la labor de la traducción. Aparte del primer libro que habías hablado antes, del auto sacramental o de Umbral de sueños, y otros, me gustaría que comentásemos qué es la labor de la traducción, la traducción de los poemas de Vallejo…

José Rubia Barcia.- Te diré que el Umbral… lo empecé en Cuba; la idea de Umbral… se me ocurrió en Cuba: la idea fue hacer un libro que no se pareciera a ningún otro libro, cosa casi imposible. Entonces, ¿qué iba a hacer yo? Toda la Guerra Civil me había trastornado por dentro, España la llevaba dentro, trastornado todo, confuso todo; pero tenía un tremendo amor a las cosas de España, y a España, y estaba fuera. Ese estar fuera es como estar en los barandales de la luna, contemplando España desde fuera. Contemplando España desde fuera, con mi actitud de heterodoxo en relación con la historia de España, con lo que yo veía de España, y mi experiencia de la guerra… Lo que hice en Umbral de sueños fue poetizar mi experiencia de la guerra; es todo lo que hice, pero poetizarlo de una manera que no se ha hecho, supongo; yo no conozco ningún libro como Umbral de sueños. Es decir, me propuse hacer una cosa que fuera totalmente original, a ser posible, donde yo diera toda mi sensibilidad puesta al rojo vivo. Escribí ese libro…; cuando empecé a escribirlo me pidió Raúl Roa una colaboración; él pasó a ser Director de Cultura en el Ministerio de Instrucción Pública en La Habana. Estaba yo en Nueva York, y entonces me pidió si podía colaborar con una revista que se llamaba Mensuario, revista de poesía, de ensayos y de cosas... Entonces escribí el primer capítulo, y escribí el segundo capítulo, y escribí el tercer capítulo, que aparecieron en esa revista. Y Raúl Roa se entusiasmó: «Debes continuar»; porque la idea era… El libro empieza subiendo a un avión, y toda la cosa era la visión desde la altura; pero la altura interior…, interior y exterior; es decir, pensando en toda mi experiencia de víctima de una guerra que yo no provoqué, ni hice nada…; pero víctima de esa guerra. Está destilada, estilizada, mezclada, simbolizada toda la experiencia de la guerra en ese libro. Eso termina con mi llegada a Nueva York, y… –no sé si tú te acuerdas– al final, la entrada en un túnel y la salida del túnel, un vuelo; entrada en un túnel y salida de un túnel… Y encontrarme ahora… El personaje, evidentemente, soy yo; pero no soy yo, porque hay otros personajes en el relato. Un crítico… (se ha escrito mucho sobre el Umbral, en América), un crítico dijo que es el libro más importante que se ha producido como consecuencia de la Guerra Civil. Hay dos, dice: uno el libro-relato del primer comentarista…, este inglés que escribe su libro sobre la Guerra Civil española…

José Manuel González Herrán.- ¿Orwell?

José Rubia Barcia.- No, no: anterior a Gabriel Jackson…, otro que escribe un libro sobre la Guerra Civil española…, ya lo mencionaré luego.

José Manuel González Herrán.- ¿Thomas?

José Rubia Barcia.- Sí, Hugh Thomas; Hugh Thomas habla de la superficie de la Guerra Civil, y el mío habla de la esencia, de la esencia de la Guerra Civil. Hay dos libros fundamentales de ese periodo, como consecuencia de todo aquello, que son estos dos libros. El libro tuvo una acogida extraordinaria y creo que logré lo que pretendía. Yo no me arrepiento del libro. Fue un libro que…; luego, cuando se habían publicado los tres capítulos, lo dejé, no había vuelto a escribir nada, pero siempre estaba dentro el libro, siempre estaba dentro el libro. Los primeros capítulos son del año…, probablemente, deben ser del cuarenta y cinco…, estaba yo ya en Estados Unidos, cuarenta y cinco o cuarenta y seis; los últimos capítulos son del cincuenta seis o del cincuenta y siete.

José Manuel González Herrán.- Se publica en el sesenta y uno, ¿no?

José Rubia Barcia.- Sí: sesenta y uno. Pero esos últimos capítulos, los otros siete capítulos restantes los escribí de una sentada en un verano, salieron como un torrente. Lo acabé; y, entonces empezó: ¿quien publica esto y cómo se publica esto? Le mandé a don Américo un ejemplar a máquina; le mandé a Jorge Guillén; a todos los amigos…; le mandé a Manolo Altolaguirre otro ejemplar a máquina, para comprobar si aquello llegaba o no, tomando anotaciones de las contestaciones.

José Manuel González Herrán.- Sí, sí se publican en el libro.

José Rubia Barcia.- Don Américo, inmediatamente –era un hombre muy tacaño– me mandó un cheque de quinientos dólares y me dijo: «Yo no sé cómo va usted a publicar este libro, pero si le sirve esto para empezar, ahí van quinientos dólares». Yo se los devolví, naturalmente: «No pienso aceptarlo». Pero se entusiasmó con él. Guillén…, tengo la carta, preciosa, de cuatro páginas de Jorge Guillén sobre el libro, pero no quiero usarlo. «Sería un insulto usar esto como prólogo», me dice, y me manda el primer soneto alejandrino que escribe. Altolaguirre se entusiasma, y así… Buñuel se entusiasma con el libro. De modo que es un libro que no tenía secuela; es decir, si tenía que hacer otra cosa, no podía hacerlo ya, no. Eso me agota las posibilidades que tengo de expresar lo que quería decir en relación con la guerra. Es un poco la versión poética de mi violencia; experiencia y violencia que expreso en Prosas de Razón y Hiel. Eso completa toda una cosa interior. Es, quizá, la obra que yo más valoro y más quiero, Umbral… Hay grandes dificultades para publicarla aquí; al parecer, no…, todavía no se han decidido.

José Manuel González Herrán.- ¿Y el libro de poemas en gallego que publicaste en el ochenta y uno?

José Rubia Barcia.- Eso es otra historia. Ocasionalmente, y a lo largo de los años…, ya en España yo había escrito poesía gallega, de muchacho; cuando estaba de estudiante en Granada, ya había escrito poemas en gallego. Eso está inédito, no lo he publicado nunca, nunca se publicó aquí una cosa mía en gallego. Se publicaron artículos míos en gallego en la prensa durante la guerra, en Barcelona y en Madrid, y cosas sobre Galicia. Pero yo no quería ser poeta, en el sentido de la palabra, «que escribe versos»; rechacé siempre la idea de hacer poesía versificada. Pero la nostalgia de Galicia y la cosa de Galicia la he llevado siempre dentro y, entonces, llegó un momento en que me decidí a darle algunos de los poemas a Machado, Machado de Asís. «Pero hombre de Dios –me dice en portugués–, hombre, eso está bien; tienes que publicar esto, tienes que publicar una selección de tus poemas, publícalos y tal…». Todavía yo no me decidía, y entonces…; allí vive cerca un pintor vasco, amigo mío, Miguel Marina, a quien le di otro ejemplar, y me dice: «Yo esto te lo ilustro, y tal…». Y entre unos y otros me convencieron de que mandara esto y que se publicara esto; y ésa es la razón de que se haya publicado: lo mandé ahí, a Cervo, y es el primer libro que aceptó inmediatamente. No iba a aceptarlo, me dijo Eugenio Granell…, que es el mejor pintor surrealista, un poco ya de fuera del surrealismo, porque está pasando toda esta cosa; pero si hay un pintor surrealista vivo que sea un genio es Eugenio Granell, otro gallego que está ahora en Nueva York retirado, vivió muchos años en Nueva York y fue profesor del Brooklyn College durante muchos años, magnífico escritor y poeta. Entonces Eugenio Granell y Tobío, Luís Tobío, pero sobre todo Tobío, cuando conoció el texto me dice (yo no tenía nadie que lo publicara): «Esto lo publica seguro Sargadelos, lo mandas allí». Yo estaba ya un poco escéptico, porque no tengo contactos con España; lo mandé a Sargadelos, e inmediatamente, lo publican encantados. Y se publicó así; pero fue una cosa así de tanteo. Yo no pretendía publicar nada de poesía; tengo muchas cosas inéditas de poesía, escritas en castellano; pero tenía un cierto pudor para la poesía, no me gustaba meterme a ser poeta. J. M. G.- H.- ¿Y la labor de traducción…? Aparte de en las revistas, el doblaje también es una labor de traducción…

José Rubia Barcia.- Traduje muchas cosas: traduje mucho teatro, y adaptaciones teatrales del extranjero. Mi carrera teatral en Cuba empezó por Manolo Altolaguirre, porque estaba allí Casona, que no sabía dirigir teatro, ni hacer teatro, y le comentó a Manolo Altolaguierre que si podía hacer esa cosa que escribió Casona, Sancho Panza en la Ínsula Barataria; y, entonces, Manolo Altolaguirre, que sabía que yo había hecho teatro, y que había trabajado… Porque yo dirigí en Granada, también, una obra de Valle Inclán, un experimento teatral que causó sensación en Granada, siendo profesor del Instituto Ganivet. Gallego Burín me dejó a mí todos los materiales de «La Carreta». Yo era el heredero de «La Carreta», cuando Lorca era el de «La Barraca». «La Barraca» se crea como una cosa paralela a la experiencia de «La Carreta». Pero Gallego Burín me da a mí todos los materiales que tenía para el montaje y tal y me pone en contacto con Hermenegildo Lanz. Entonces yo monto Cuento de Abril, en Granada, cuando era profesor del Instituto Ganivet, el año ese último, y tuve un gran éxito como director entonces, ya allí, en Granada… De modo que mi experiencia como director empieza ahí, pero mi experiencia como traductor… Una vez que llego a Cuba, yo tengo un programa de teatro radial en la cadena cubana, en la que todas las semanas doy una obra adaptada por mí. Allí, casi todas las obras que he presentado son adaptaciones de obras extranjeras. Entonces, estoy traduciendo del francés, estoy traduciendo del inglés, traduzco del alemán, traduzco del italiano, y monto obras de teatro propias para radio, que yo adapto a la radio. De hecho, tenía un gran proyecto de hacer una serie de novelas de Galdós, por radio también. Ese proyecto lo tuve allí, pero no tenía ayuda financiera… Me pagaban bien, con mis actores preparados hacíamos estos programas. Luego, en los Estados Unidos, ya hice traducciones de toda índole; ya te dije: del alemán traduje esa película; hice una traducción de Edwin Rolfe, ese poeta americano que fue de las Brigadas Internacionales, que publicó un libro, Permit Me Refuge [Permítame refugio], donde aparece una elegía a mi hija, a Elena, la mayor. Habla de la trinidad del exilio: Eva, mi hija y yo éramos la trinidad que encarnaba el exilio y tal... Bueno, me da un poema manuscrito sobre Madrid, «Elegía a Madrid», en inglés. Yo traduzco el poema al castellano; él sabía español, pero cuando coge mi traducción dice: «Ahora hago yo una retraducción al inglés de tu poema» [risas]. Y retraduce del castellano su poema al inglés. Yo le envío este poema –es un poema largo–, traducido por mí al español, a Manolo Altolaguirre. Manolo Altolaguirre lo coge en México y, sin decirme nada, publica un folleto; entonces Buñuel me manda para acá quinientos ejemplares; me regala quinientos ejemplares del folleto Elegía a Madrid de Edwin Rolfe, uno de los poemas más eficaces de la lucha contra Franco. En todos los mítines antifranquistas había quien recitaba ese poema, esa traducción del inglés. De modo que empecé a traducir poesía, a traducir prosa y teatro…; tengo mucha traducción hecha. Pero viene ahora el problema de Vallejo…

José Manuel González Herrán.- ¿Por qué?

José Rubia Barcia.- Por muchas razones. Ésta es una cosa muy curiosa, otra vez. Vallejo estaba muy ligado a Larrea. Larrea le dedicó su vida a Vallejo; hay una relación como la de Antonio Vieira y Pessoa: Larrea y Vallejo. Hay un momento en que un americano, un chico americano, publica los Poemas humanos; había publicado poesía francesa traducida al inglés, es muy conocido; es el director de la mejor revista de poesía que hay en los Estados Unidos. Entonces me pide una cita, en la Universidad; viene a verme porque el jefe del Departamento de Francés le dice que yo puedo ayudarle a traducir España, aparta de mí este cáliz. Él no sabe suficiente español, aunque había traducido totalmente los Poemas humanos. Entonces yo veo lo que él ha hecho como poesía…: «Bueno, vamos a ayudarle en esta cosa de España…, vamos a hacerlo»; y nos ponemos a trabajar en la cosa; trabajamos, trabajamos, trabajamos, y se edita un libro con «España, aparta de mí este cáliz», poema separado y traducido al inglés por Clayton.

José Manuel González Herrán.- Es el mismo con el que...

José Rubia Barcia.- Exacto. Pero entonces me dice Clayton Eshleman: «Después de hablar con usted, veo que acaso le voy a dejar los Poemas humanos, mi traducción de Poemas humanos, a ver qué le parece a usted». Yo cogí la traducción y le hice –esto no es exageración– cinco mil notas a su traducción de Poemas humanos: «Esto no está logrado, esto no es Vallejo, esto está mal…». Entonces me dice: «Mire, yo estoy dispuesto a renunciar a esa traducción, negarla, si hacemos toda la obra póstuma, si usted colabora conmigo». Y todo esto es gratis; entonces yo le digo: «Es una pérdida de tiempo para mí el meterme en esa cosa, no tengo muchas ganas…». Pero, por otra parte, me atrae la cosa de poner en inglés a Vallejo. Y le escribo a Larrea, le digo que tengo esa oportunidad... «Por favor, hombre, hágalo usted; el poeta se merece aparecer en inglés bien traducido». Larrea me anima a que lo haga. Bueno, yo pensé: en un año despachado… Cinco o seis años trabajando en eso. Preparamos el manuscrito y, naturalmente, si se compara la edición nuestra con la edición del anterior hay un abismo.

José Manuel González Herrán.- Es otra cosa distinta.

José Rubia Barcia.- Es otra cosa completamente distinta; la traducción de él se salvaba para quien no supiera español, pero para el que supiera español, aquello no era una traducción de Vallejo. Se plantean problemas de traducción: cómo se vierte un mundo a otro mundo, cuando los continentes de esos dos mundos son distintos...

José Manuel González Herrán.- Imagino que tenía que ser una tarea dificilísima, pero de lo más atractiva.

José Rubia Barcia.- Hemos pasado, a veces, una tarde entera con un verso; hemos tardado seis años en hacer esa traducción; la interpretación de cuál sería la mejor manera de trasladar eso a la otra lengua…

José Manuel González Herrán.- Además, lo que encuentro difícil es…: me imagino a mí mismo traduciendo un poema del italiano al castellano o del francés al castellano; bueno, lo encuentro difícil, pero me parece asumible. Lo que ya me resulta… el viaje inverso; es decir, intervenir yo en la traducción de poemas del castellano al francés; independientemente de que uno tenga que conocer esa lengua, hay algo que me parece dificilísimo…

José Rubia Barcia.- Tienes que tener el sentimiento de las dos lenguas. Yo no creo que se pueda traducir; nadie puede traducir a una lengua extranjera si no conoce muy bien la suya y alguien le ayuda con la otra. Y esto fue la combinación de… dos temperamentos poéticos al unísono, que conozcan muy bien su lengua; yo que conozco muy bien la mía, pero que tengo familiaridad con la otra lengua. Entonces en la combinación se llega a un compromiso, no se llega a una solución ideal; es decir, yo podría corregir todavía todo ese texto con otras versiones.

José Manuel González Herrán.- Y probablemente vuelvas a encontrarte versos que propusiste de una manera y que tiempo después propondrías de otra.

José Rubia Barcia.- Exacto, exacto. Ahora, el toque final va a ser…, el compromiso se establece cuando el texto se convierte ya en poesía, cuando el texto sientes tú que no es una traducción, que expresa exactamente algo paralelo –no idéntico–, paralelo en la otra lengua; entonces lo aceptas. Pero tienes que tener la sensación de que lo que estás haciendo es poesía original, no traducción, pues si haces traducción no sale la poesía; imposible, no sale, porque no se puede traducir poéticamente una lengua a otra, es imposible; puedes recrear la poesía de otra lengua en la tuya. En esto han sido maestros los franceses, lo hacen con todas las traducciones. Cuando uno piensa en el Don Juan, traducido al francés; lo que hace Molière, no se parece al Don Juan español, está afrancesado. El Cid, Las mocedades del Cid, de Corneille y de Guillén; eso no es una traducción, es adaptación al otro mundo, no existiría sin el original, pero…

José Manuel González Herrán.- Es autónomo, cobra su propia…

José Rubia Barcia.- Lo mismo pasa con el Vallejo que hemos hecho. Pero impresionó tanto que por unanimidad nos dan el Gran Premio de Poesía.

Descrición:
José Rubia Barcia foi profesor e crítico literario. Nacido en Mugardos, cursou os seus estudos universitarios e pasou a Guerra Civil en Granada e acabou facendo os traballos máis diversos nos seus longos anos de exilio, como guionista e dobrador de cine con Luis Buñuel e, finalmente, como profesor na UCLA. Viu publicados algúns dos seus libros grazas ao mecenado de persoas como Isaac Díaz Pardo.
Este ficheiro sonoro é parte da longa entrevista que o profesor J. M. González Herrán lle fixo no verán de 1985 e que ben pode considerarse unha «autobiografía» autorizada de Rubia Barcia.

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